Discurso de Gloria de Frutos en la ceremonia de entrega del Premio de la Crítica Literaria Valenciana

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Teatro de la Rambleta, 25 de septiembre de 2021

En nombre de todos los miembros del jurado de ensayo, quiero dar la más cordial enhorabuena a Antonio Penadés por este magnífico “Viaje a la Grecia Clásica” que hoy recibe el premio de la crítica valenciana en la modalidad de Ensayo. Y, además, darle las gracias por el regalo que nos ha hecho a los adictos a la lectura. La obra premiada es algo más que la crónica de un viaje y algo más que un estudio sobre la cultura de la que procedemos, este libro tiene el mérito de vincularnos desde la primera página con la historia, la geografía, el arte, la filosofía y la literatura clásica que sostiene aquello que fuimos y somos actualmente. Incluso me atrevería a añadir que es también una práctica guía de supervivencia para un viaje de estas características, que llega a nosotros con la sinceridad de un viajero solitario que un día fue elegido para este cometido. Y digo bien que fue elegido ya que es el propio autor quien confiesa en la introducción de “Tras las huellas de Heródoto”, libro en el que narra la primera parte del recorrido, cómo siendo un joven que trataba de estudiar en la biblioteca pública se vio atrapado por una obra titulada “Historia” cuyo autor era nada menos que Heródoto. Estas cosas suceden a veces en las bibliotecas, no siempre es el lector quien elige un libro, también los libros acechan al lector adecuado. Fue en ese momento cuando comenzó para Antonio un extraordinario viaje que desde Asia Menor hasta la Grecia clásica ha culminado en este excelente ensayo. Personalmente creo que una biblioteca es el mejor lugar donde iniciar un proyecto de vida perdurable, y lo digo por experiencia.

 

En “Viaje a la Grecia clásica”, Antonio Penadés repite el recorrido que realizó el rey persa Jerjes en su intento de conquistar Grecia en el año 480 a.C., y lo hace con una narrativa sencilla, dinámica, a veces dotada con una leve ironía, otras con emoción contenida ante la toma de conciencia del paso del tiempo y sus consecuencias. Con este equipaje nos conduce desde la frontera de Turquía, junto al río Evros, en la región de Tracia, nos describe su desembocadura en el mar Egeo formando un gran delta que a mí, personalmente, me hizo evocar nuestro delta del Ebro, quizá más humilde en mitología, pero sin duda hermanado con aquel caudal que Antonio Penadés contempló desde la colina de Dorisco mientras rememoraba el relato de Heródoto.  En ese mismo lugar, Jerjes, colmado de inquietud, pasó revista a sus naves y soldados.

El nombre que da a su tercer capítulo no puede ser más poético y lleno de ritmo: “Tasos: mármol, sátira y parodia”. Hace falta ser fuerte, dúctil y sensible, para, en un ambiente tan hostil, inventar la sátira. Fue Arquíloco, poeta y guerrero, el precursor de este género, es él quien dejó estos versos: “Me dan dentera esos oficialillos barbilindos que se pavonean por el campamento con sus escudos labrados al aire de las cabelleras perfumadas. Yo prefiero mil veces a esos otros camaradas chaparros, peludos y burdos que recién llegados del surco no te traicionan en el campo de batalla”.

 

“Viaje a la Grecia clásica” nos conduce desde la cantera de mármol de Tasos hasta los diversos teatros diseminados por todo el territorio, muestra de lo necesario que es para un pueblo el hecho de representar mitos y conflictos para, mirándose en ellos, conocerse. Como dice Antonio Penadés, la parodia es el mejor método para digerir la tragedia, y añade que debemos sentirnos en deuda con Grecia por dejarnos la herencia del arte de Talía ya que el arte da sentido a la vida. Estas palabras hoy cobran doble valor al pronunciarlas en este centro de cultura de la Rambleta desde el que se trabaja con gran tesón a favor de las artes escénicas.

 

La cultura griega nos ha mostrado su superioridad por medio de grandes pensadores que nos han enseñado a ser menos arrogantes; por citar solo uno nombraré a Demócrito, cuya lógica le condujo a la teoría atomista teniendo una visión del universo sorprendentemente avanzada. Pura “tecnología del pensamiento”. Algo que hoy está a la baja en los planes de estudio.

 

También agradezco a Antonio esos pequeños detalles que humanizan y actualizan este viaje al mundo clásico. Nos cuenta la dificultad que entraña visitar el monte Athos y el rígido control al que someten a los turistas e investigadores. Nos advierte de la ausencia de internet, algo que choca a los que ya no sabemos vivir sin la navegación virtual desde el sofá. Asombra saber la existencia de 20 monasterios que se rigen por leyes de la Edad Media. También nos informa de que los cruzados torturaron y mataron a muchos monjes y que, paradójicamente, Hitler respetó la península sagrada y sus monasterios. ¿Por respeto o conveniencia? Sería tema de un debate interesante.

 

En el monte Athos todo gira en torno a la espiritualidad y el más allá. Y sobre todo continúan con las tradiciones más antiguas, como la veneración de la Virgen cuidadora de todas las puertas a la que velan los monjes ortodoxos más ortodoxos del planeta. Es curioso que, dedicados a honrar la imagen de una mujer, la madre de Jesús, prohíban la entrada de las mujeres a su territorio.

 

Al llegar a Tesalónica, se produce un choque entre pasado antiguo, pasado reciente y presente, hay tanta historia en sus laderas que resulta un continuo aprendizaje la crónica de Antonio Penadés. Pero sin duda alguna los pasajes que más me han impresionado han sido la visita que Antonio hizo a los campos de refugiados de Drama y de Idomeni. Se palpa la impotencia que trasmiten sus palabras, porque hay vidas detenidas ante la indiferencia de los gobernantes y la avaricia de las mafias. También este viaje nos hace reflexionar sobre el futuro. Cómo se contará dentro de cien años la historia de estos seres que, huyendo de la muerte, se encuentran en tierra de nadie, sin futuro. Ya hubo refugiados en la era clásica, despojos de guerras condenados a la esclavitud. En la actualidad estas nuevas víctimas, encima se tienen que pagar el viaje para ser abandonados a las puertas de una frontera sin piedad. Aquellos y estos han perdido la oportunidad de vivir dignamente. De solo vivir. Y el mundo duerme tranquilo.

 

El poeta Antonio Praena termina su último libro con estos dos versos: “Al fin y al cabo Grecia está ahí enfrente. Sólo es cuestión de andar sobre las aguas”. Antonio Penadés nos da la mano para caminar sobre estas aguas que no son sino las aguas de la honestidad, del compromiso con la ciudadanía y con la literatura. El propio Heródoto le enseñó el tono y el ritmo de esta aventura, consciente de que para contar la historia hace falta algo más que señalar los conflictos con sus causas y consecuencias. Es preciso empatizar con la cultura y la psicología de los protagonistas de esas gestas, pisar la tierra testigo de los hechos y después escribir, porque en el relato anida la verdad más clara de la realidad.

 

También este viaje nos introduce en mitad de todas las batallas que han forjado nuestro carácter ya que, como dice el autor, la guerra ha sido una constante a lo largo de la historia de la humanidad. Citando a Tucídides nos recuerda Penadés que la guerra es una sarta de calamidades que siempre ocurrirán mientras no cambie la naturaleza humana. “Viaje a la Grecia clásica”, libro que hoy se premia, nos ayuda a entender el pasado, puede que el presente, pero ¿y el futuro?

 

Este verano todos nos hemos sobrecogido ante las terribles noticias del fuego en Turquía y Grecia. Una vez más el incendio provocado amenazaba con destruir nuestra cuna cultural, como sucedió con la biblioteca de Alejandría, la de Sarajevo, etc.  Y yo, sin poder evitarlo recurrí a este “Viaje a la Grecia clásica” para acariciar las páginas ante el temor de que las huellas que dejó su autor se estuvieran convirtiendo en ceniza.

 

Por eso, Antonio Penadés, no detengas tus pasos y, como dice Kavafis, “cuando emprendas tu viaje a Ítaca pide que el camino sea largo”.

 

 

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